miércoles, 5 de junio de 2013


Trazar un proyecto de vida tiene que ver con la libertad, por un lado y por otro con el descubrir la persona que queremos ser, es decir, si sabemos cuales son nuestros legítimos intereses y aspiraciones.

Si descubrimos nuestras actitudes y los instrumentos que tenemos para actuar; y si identificamos el tipo de inteligencia que tenemos más desarrollada, podremos evaluar el grado de riesgo y la probabilidad de éxito de nuestros proyectos.

Cuando tenemos un proyecto de vida todos nuestros esfuerzos adquieren significado, entonces o se elige una profesión o un trabajo sólo como medio de subsistencia si no también como un fin personal de realización.



El proyecto de vida es un una herramienta que busca orientar nuestro crecimiento personal, por medio de la identificación de aquellas metas que deseamos lograr y de las capacidades que poseemos; evita la dispersión y el desperdicio de tiempo y de nuestras propias capacidades.

Se dice que es un proyecto porque aquí se plasman todos aquellos planes que se desean cumplir, tomando en cuenta los diferentes ámbitos de nuestra vida; implica un acto de consciencia, valentía, entrega, madurez y de toma de decisiones. Nunca buscará ser una receta para vivir, sino un elemento que sirva para dar sentido a nuestra existencia, este sentido entendido como rumbo (a dónde quiero llegar) y significado (qué representa para mí).

La importancia de realizar un proyecto de vida no sólo radica en la identificación de aquello que se quiere lograr, sino que a través del establecimiento de metas permite identificar o generar los recursos o medios para su cumplimiento. Cuando se tiene claro el qué quiero y el cómo lo voy a obtener, es más sencillo retomar el rumbo cuando se presenten dificultades u obstáculos en la vida, o bien cuando las actividades y responsabilidades diarias nos impidan ver y trabajar por aquello que deseamos. Esto también posibilita que alcancemos la realización y satisfacción personal